LA CONCIENCIA DE LA ESCUCHA

Fue en un curso, cuando tomé conciencia de que necesitaba mejorar mi escucha. Repetir lo que me había contado una persona durante algunos minutos, no fue tarea fácil. Me di cuenta de que “no sabía que no sabía”, hasta que descubrí mis limitaciones (primera etapa del aprendizaje, la incompetencia inconsciente). En ese momento despertó el deseo de aprender y también mi curiosidad (segunda etapa, la incompetencia consciente). Así que comencé a poner en práctica mis habilidades, con aciertos y errores durante el camino, y aprendiendo de ellos (tercera etapa, la competencia consciente). La última consiste en llegar al momento en el que se interiorizan los conocimientos adquiridos y nada resulta forzado (la competencia inconsciente).

Lo cual me lleva a escribir este texto. Hoy quiero compartir aprendizajes, conocimientos y conclusiones que he ido recogiendo y provocar nuevas reflexiones.

La comunicación consta de hablar y escuchar. Coincido con diferentes autores que dicen que durante años hemos dado importancia a cómo nos comunicamos, a nuestra manera de hablar, y es ahora cuando nos estamos dando cuenta de que para que haya una buena comunicación también es esencial atender a la escucha. Leí en un libro que “hablamos para ser escuchados” de modo que entiendo que el escuchar da sentido a lo que hablamos.

“La naturaleza nos dio dos ojos, dos orejas y una boca, para que pudiéramos escuchar el doble de lo que hablamos”. Epícteto.

Cuántas veces habremos oído decir a alguien (tal vez a nosotros/as mismos/as) “mi pareja no me escucha”. Creo que la comunicación inefectiva puede ser uno de los motivos de conflicto, por lo cual, prestando atención a nuestra escucha, quizás podamos mejorar nuestra comunicación y del mismo modo, nuestras relaciones. Según Rafael Echeverría, cuando las personas hablan de “incompatibilidad” con su pareja, la inquietud que se detecta es “la escucha”.

Pero esto no sólo pasa entre la pareja, los/as amigos/as y la familia, en el ámbito de las organizaciones, escuchar de manera efectiva también ha adquirido gran relevancia. Peter Drucker escribió: “demasiados (ejecutivos) piensan que son maravillosos con las personas porque hablan bien. No se dan cuenta de que ser maravillosos con las personas significa escuchar bien”.

Pero, ¿qué es escuchar bien? y ¿cómo se hace?

Considero que damos por hecho que lo que hemos escuchado es lo que se ha dicho y que lo que hemos dicho se ha escuchado como nosotros/as queríamos que fuera escuchado. A lo mejor (y menciono otra vez a Rafael Echeverría) necesitamos tener presente que “decimos lo que decimos y los demás escuchan lo que escuchan”. Ser conscientes de que, cómo dice la PNL (Programación Neurolingüística), “el mapa no es el territorio”, es decir, que cada uno tiene su propia visión del mundo o de lo ocurrido y todas difieren. Podéis hacer la prueba preguntando a diferentes personas sobre una única situación concreta. ¿Qué es lo que pasa?

De manera que, tomar conciencia de que cuando escuchamos existe “una brecha”, nos puede ayudar en nuestra comunicación. Humberto Maturana dice: “yo soy absolutamente responsable de lo que digo, pero irresponsable de los que tu escuchas. Sin embargo, es mi responsabilidad cotejar constantemente lo que yo digo con lo que tu escuchas”.

“El que ve mal siempre ve algo de menos. El que oye mal siempre oye algo de más”. Nietzche.

Por ello, como hablante mi responsabilidad es comprobar cómo se ha recibido lo que yo he dicho; y como oyente, verificar si he entendido bien o indagar en el caso de que necesite más información.

Asimismo, me parece importante distinguir oír del escuchar. Oír es algo biológico y escuchar pertenece al lenguaje y a las relaciones entre las personas. Escuchar es oír más interpretar. Y también podemos escuchar los silencios, los gestos, las posturas y los movimientos, e interpretarlos.

Siguiendo con esta idea, se pueden diferenciar varios niveles de escucha: la escucha biológica (oír), la escucha fingida (hago que escucho), la escucha selectiva (selecciono y extraigo lo que me interesa) y la escucha activa (siendo consciente de que existe una brecha, escucho y comprendo a la otra persona).

Antes de comenzar a entrenar nuestra escucha, considero que conocer lo que “no es escuchar” y meditar sobre ello, nos puede ayudar en nuestra práctica.

Escuchar no es:

Emitir juicios.
Debatir.
Interrumpir o completar frases.
Asumir que sabemos lo que nos va a decir la otra persona.
Distraernos haciendo otras cosas al mismo tiempo.
Dar soluciones, en vez de pensar que la otra persona es capaz de encontrar su propia solución.
Te propongo que reflexiones sobre cuál de estas maneras crees que es tu forma de no escuchar. ¿Qué es lo que tú haces?

Acabo con la última reflexión, para mí escuchar significa, mirar a los ojos, estar en silencio, cotejar lo que nos están contando para asegurar que estamos entendiendo bien, respetar al otro y estar atentos a lo que dice, a lo que siente y a la inquietud que le lleva a hablar.